Los dos supieron muy
bien a partir de qué momento el tiempo se detuvo en el cruce de sus miradas.
También fueron apuntando mes a mes, día a día, hora a hora, minuto a minuto y
segundo a segundo cada instante en el que sus cuerpos se rozaron, se
acariciaron, se besaron.
Los latidos de sus
corazones iban marcando las palpitaciones de sus venas, sustituyendo al compás
rítmico del reloj de sobremesa, mientras las palabras entregadas y los gestos
amorosos ocupaban el lugar de los aburridos calendarios de pared; suprimiendo
los días no como resta de lo vivido, sino como la continuidad de lo que les
quedaba por vivir, hasta sumar una hilera de estrellas azules, verdes, moradas
y rojas sobre los días marcados en negro.
Lo que ambos
ignoraron siempre fue el día exacto en que su castillo de cariño comenzó a
desmoronarse. Se olvidaron del mes en el que comenzaron a mirarse con frialdad
e indiferencia. Tampoco borraron con una estrella de color el día en el que llegaron
a la ofensa. Ni anotaron la hora en la que se enfrentaron al primer golpe.
Arrinconaron en una esquina de sus memorias el minuto en el que su existencia,
antes maravillosa y perfecta, se había convertido en aquel cenagal amargo, oscuro
y colmado de sufrimiento.
FIN
Te superas miren!!
ResponderEliminarGracias Merit, guapa.
ResponderEliminarBesos