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miércoles, 16 de marzo de 2011

LA CAZA





La sangre sobre la nieve es más roja… No podía creer que estuviese tan cerca de atrapar a aquel cerdo tras el que llevaba varios años. 

Jamás olvidó esa lejana noche en la que una sombra sin nombre había conseguido penetrar en su vivienda. La pequeña Frida, entonces una niña de poco más de diez años, pudo escapar. Su madre y su hermana, una hermosa muchacha de tan sólo quince años -que recién despertaba a la vida-, no lo lograron. Frida, escondida en la carbonera de la casa fue un mudo y tembloroso testigo. Desde allí no vio nada, pero pudo escuchar sus gritos y lamentos mientras aquel ser repugnante las torturaba hasta la muerte.


Desde entonces vivió solo para la venganza. Preparó duramente, tanto su cuerpo como su alma, para dar caza a aquel depredador humano, culpable de tantas muertes. Un asesino en serie que aprovechaba la noche y los lugares alejados de la vecindad para dar rienda suelta a sus bajos instintos. 


La persecución había llegado a su fin, le tenía ahí en aquella granja abandonada. Tras años de búsqueda había logrado encontrar el escondite de aquel monstruo. El pulso agitado hacía temblar su mano, los recuerdos aún la torturaban.


Ahora no podía flaquear, no podía dar un paso en falso o se la volvería a escapar. Frida sabía que no conseguiría la paz deseada hasta que no terminase con él. Con cuidado abrió la puerta del granero donde terminaba el rastro de sangre. El pequeño lugar estaba vacío, a sus pies encontró un gallo negro decapitado y rodeado de un círculo rojizo.

Ni rastro del predador, otra vez había conseguido engañarla, tendría que empezar de nuevo. Frida no había vuelto a llorar desde aquella noche fatídica, sus lágrimas se habían agotado. Ahora, contemplando aquel animal inocente a sus pies, sintió que sus ojos verdes se anegaban del mismo líquido salado que cubrió su rostro hacía veinte años con una pequeña diferencia, si sus primeras lágrimas fueron de dolor, estas estaban marcadas por la rabia, una rabia que se incrementaba día a día. Aquello le daba la prueba que buscaba, aquel cabrón sabía que le seguía, sabía que estaba cerca. Ahora no tenía dudas, pronto se cruzaría con él, la estaría esperando y entonces ella cumpliría su juramento y su venganza.

FIN

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