“¿Te encuentras bien, cariño? Los médicos dicen que ya
estás fuera de peligro. He pasado unos días aterradores pensando que podría
perderte”.
Los ojos de Carrie se abrieron lentamente, escuchaba una
voz lejana, muy lejana. ¿Sería la de Gary, su marido? Consiguió fijar la vista
y su mente comenzó a aclarar la imagen de la cara que la contemplaba. Sí, era
Gary, su hasta entonces único amor, el hombre de su vida. A medida que Carrie
volvía de su largo letargo su cabeza comenzaba a despejarse y los recuerdos
asaltaban la parte más sensible de su cerebro. Sí, Gary había sido la persona
que, después de sus padres, más había querido… hasta los momentos previos de su
accidente.
***********
Cincuenta y
tres días antes…
— ¡Gary! ¡Gary, cariño! Dime que llegarás a tiempo, mira
qué hora es y todavía estás en la oficina. El avión sale en dos horas y aún tienes
que terminar de preparar tu maleta, yo he metido algo pero no sé si querrás
llevar algo más. Tengo tantas ganas de volver a ver a papá y a mamá. Imagino la
alegría que les vamos a dar, lo pasaron tan mal cuando se enteraron de tu
traslado y que íbamos a vivir tan lejos de ellos que vernos tan pronto les va a
suponer una enorme sorpresa, aunque solo sea para pasar un mes con ellos.
— Termino un par de cosas por aquí y voy corriendo, te
prometo que será como mucho una media hora, no te olvides de poner en la maleta
la corbata granate, esa que me regaló tu madre para el cumpleaños, sabes que me
gusta mucho.
Carrie colgó el teléfono y corrió a buscar la corbata
que le había indicado su marido. Estaba radiante de felicidad, al fin, tras más
de un año de ausencia en su ciudad, volvería a ver a sus seres queridos. Había
dejado tanto allí: sus padres, sus amigos, la familia de Gary
—con quien siempre se había llevado bien—. Iniciar una nueva vida tan lejos
había sido sugerente y divertido. Una aventura digna de llevar a cabo sobre
todo en compañía de la persona que amas. Pero también, a la larga, esa
situación pasa una pequeña factura.
El teléfono sonó con una insistencia que a Carrie le
asombró. ¿De verdad sonaba tan fuerte y de forma tan constante? La verdad es
que no se había percatado de ello hasta entonces. Como buena creativa y
sensitiva, Carrie, se empezó a figurar que el teléfono solo respondía al
nerviosismo y la impaciencia del
interlocutor.
— ¿Aló?
— ¡Hola Carrie, querida! ¿Está Gary por ahí?
¡Uf!, pensó Carrie, era Elinor, la jefa de Gary. ¿Qué
querría ahora la pesada?
— No, Elinor, no ha llegado todavía, espero que no tarde
mucho, en dos horas sale nuestro avión para Seattle. ¿Recuerdas que hoy nos
vamos de vacaciones a ver a la familia?
— Pues lo siento nena, pero hoy va a ser que no. Estoy
reunida en el Waldorf con unos señores muy importantes que han venido de
Europa, pensaba que podía prescindir de él, pero es imposible, le necesito ahora
mismo en la reunión. Hay mucho dinero en juego, Carrie. En ello nos va el futuro
de la empresa, el mío y el vuestro.
— Pero…
— No hay peros que valgan, el viaje lo podéis hacer otro
día, no hay problema. Ahora mismo voy a llamar a Gary y a decirle que se pase por
aquí. Hasta otro día cielo, cuídate y no te preocupes, a partir de mañana
tendrás a tu hombre para ti solita durante un mes y podrás disfrutar de la
familia y de los amigos.
Carrie nunca había soportado a Elinor, era entrometida,
pesada, exigente y además últimamente se las arreglaba estupendamente para
estropear sus planes. Suspiró con resignación y metió la corbata granate en la
maleta. Ahora tenía que llamar a la compañía aérea, convencerles de que la
cancelación era por motivos más que justificados y no les cobrasen los billetes e intentar cerrar otro vuelo
para el día siguiente.
Gary, como era de esperar, llegó muy tarde y Carrie no
le esperó despierta. Aquellas reuniones especiales con vendedores, banqueros,
responsables de otras sucursales, gestores de empresas afiliadas y competencia,
eran cada día más frecuentes. Era lo malo de trabajar en una multinacional y,
aunque el sueldo lo compensaba, Carrie comenzaba a echar de menos esos días
donde Gary era más libre para dedicarla gran parte de su tiempo. A la mañana siguiente fue Gary quien se despertó
primero.
— Cariño, voy a darme una ducha, ayer llegué rendido y
no me apetecía. ¿Conseguiste cancelar el vuelo sin gastos?
— Si, conseguí convencerles de que el motivo era
justificado, además hemos tenido suerte; he conseguido otro vuelo para hoy a las
17:30, estaba todo lleno pero habían tenido también dos cancelaciones de última
hora.
— Estupendo, hoy iremos más tranquilos. ¡Adiós oficina
por un mes! No me lo voy a creer. ¡Voy a la ducha!
Carrie se hizo un poco más la remolona y dio otra vuelta
en la cama. El teléfono móvil de Gary comenzó a vibrar con desesperación.
Tontamente le recordó la forma tan insistente de sonar el teléfono el día
anterior.
Desemperezándose sacó los brazos de bajo las sábanas y
cogió el teléfono de la mesilla de su marido y comprobó que estaba recibiendo
un archivo de vídeo por WhatsApp. Era de Elinor, ¿les volvería a estropear de
nuevo esa pesada sus vacaciones? Carrie no se pudo contener y llevada por la
curiosidad abrió el archivo de vídeo. Lo que vieron sus ojos fue un choque
tremendo que hizo que su cuerpo se convulsionase en un tremendo espasmo.
El vídeo contenía las imágenes de Elinor retozando en la
cama con un hombre, al final, los dos finalizaban su danza amorosa mirando a la
cámara. El hombre que estaba con Elinor era Gary, los dos sonreían con esa
sonrisa boba que solo dan los momentos de satisfacción y felicidad plena. Ella,
que llevaba cuatro años casada con él y conociéndole desde hacía seis, jamás
había visto esa expresión en su rostro.
Bajo el vídeo había un mensaje de texto muy explícito: “Este
es mi regalo de vacaciones, cariño, para que no me olvides en este largo mes.
Espero tengas, en esa esperada visita familiar, cinco minutos y un rinconcito
solo tuyo para recordar nuestras frúctiferas reuniones. Cuando te resulten
cargantes y monótonas las maravillosas vacaciones con tu perfecta mujercita, ya
sabes que te estaré esperando a solo unas horas de vuelo. Te quiero, amor.
Sabes que siempre seré tuya.
Cuando Carrie dejó el móvil en su sitio algo se había
roto dentro de ella. Solo dejó escapar dos lágrimas traicioneras. Se levantó,
esperó pacientemente la salida de la ducha de Gary, se lavó, vistió y preparó
como cualquier otro día, pero sin soltar una sola palabra. Ni las preguntas de
Gary, ni, sobre todo, sus falsos arrumacos, la sacaron de ese letargo. A la hora
señalada como un autómata se montó en el coche y se dirigió al aeropuerto.
Subió al avión como si nada, lo mismo daba que la hubieran metido en una cámara
de gas.
Y luego, a los pocos minutos de comenzar a deslizarse el
avión sobre la pista, el fuerte impacto. El golpe definitivo. Otro avión, ya
sea por error del piloto o de la torre, invadió la pista por la que ellos
tenían que despegar. El choque fue brutal, heridos graves… heridos leves… gente
inconsciente… ataques nerviosos… quejidos de dolor… de angustia… de miedo… Y
Carrie lentamente se sumió en un sueño que parecía eterno.
***********
Ahora recordaba todo aquello con total nitidez,
aunque la cabeza todavía le dolía fuertemente. Miró a su esposo sin ninguna
expresión, él estaba bien, al parecer sus heridas, si es que las había llegado
a tener, habían sido leves.
Un doctor se asomó a la puerta.
— ¡Vaya, nuestra paciente parece que ya ha querido
volver a visitarnos! Nos tuvo muchos días preocupados. Tengo que decirle que
todo va a salir bien, afortunadamente su vida ya no corre ningún peligro. Desde
luego, esto es una tremenda alegría, aunque para el equipo médico ha tenido su
punto de decepción, ya que los primeros días, aunque inconsciente, dábamos por hecho que no iba a quedar ninguna
secuela del accidente.
Hoy no podemos decir lo mismo, las consecuencias serán algo
más importantes de lo que imaginamos en nuestras primeras estimaciones. La espalda
ha quedado algo lesionada y tendrá que tomar analgésicos y someterse a
rehabilitaciones durante el resto de su vida, y las jaquecas serán frecuentes y
también tendrán que ser tratadas, pero nada preocupante, un tratamiento como
cualquier enfermo crónica y listo.
— Doctor, ¿y mi bebé?
El doctor agachó la cabeza.
— ¿Por qué no me habías dicho nada del embarazo, Carrie?
— Era mi sorpresa, Gary, pensaba decirlo por la noche
durante la cena, ya con toda la familia reunida. Estaba tan ilusionada. —Carrie
rompió a llorar y Gary intentó abrazarla.
— ¡No me toques! ¡Ni se te ocurra tocarme o decirme
ninguna palabra de consuelo! Y ahora, ¡vete! No te necesito. ¡Déjame sola!
La petición no sonó a ruego, fue una orden seca y dura.
Los ojos de Carrie miraron a Gary con una expresión que este no reconoció.
Ya sola la muchacha dio rienda suelta a todas sus
emociones. No, el médico no tenía razón, el accidente no había sido la causa de
sus secuelas ni de la posterior pérdida de su hijo. Estaba segura que la causa
era el odio que había acumulado en su cuerpo. Ese sentimiento, hasta entonces
extraño, que había tomado posesión de ella, física y mentalmente.
Carrie no había sentido la necesidad de odiar nunca,
había tenido una bonita familia, hija única de unos padres atentos que la
dieron todo su cariño, buenos colegios, pocos pero buenos amigos que jamás la
traicionaron e hicieron su vida más agradable y por supuesto el clímax de
felicidad fue encontrar a Gary, el hombre bueno y cariñoso con el que siempre
soñó.
Ahora ese mundo de princesa de cuento de hadas se había
desvanecido como un castillo de naipes. Ahora sentía dentro de ella ese
sentimiento de ira recorriendo sus venas y tomando posesión de sus entrañas y sus
vísceras. No, ya no sería la misma, ahora la sed de venganza más cruel comenzaba
a abrirse dentro de su mente. No sabía lo que tardaría en realizar su desquite,
ni como lo haría, pero Gary iba a pagar muy caro el aprendizaje de aquella
nueva y desconocida asignatura: aprender a odiar.
FIN
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